jueves, 3 de diciembre de 2009

La princesa de los colores y el pequeño errante


Erase una vez una princesa que amaba los colores, vivía en un castillo donde todo era blanco y negro. Le gustaban mucho estos dos colores, y conocía de sobra la buena armonía que había entre ellos. Así que, preocupada por la posible perdida de armonía con la presencia de otros colores, prefería no combinarlos con otros colores en su castillo. Era una princesa muy sabia, y siempre había tenido muy claro como quería que fuera su vida en el futuro.

Un día de mucho calor, en una playa cercana a su castillo, se encontró con una persona muy peculiar, se trataba de un hombre de pequeña estatura, delgado, con aspecto descuidado y distraído. Este hombre se dedicaba a acumular experiencias y emociones en su vida, sin plantearse nada a largo plazo, sin ningún objetivo claro y solido en su vida. No sabia de donde venia, ni tampoco hacia donde se dirigía, y para la incredulidad de nuestra princesa, tampoco le importaba no saberlo.

Sin embargo, este hombre era capaz de disfrutar con la belleza natural de cada cosa, de ser feliz en cualquier lugar, sin necesidad de tener nada en concreto. También le encantaba mezclar colores y verlos en la naturaleza, sobretodo en los momentos de mayor intensidad. Y todo esto causaba gran admiración en la princesa.

A partir de ese primer encuentro en aquella playa, la princesa y el pequeño errante se encontraban casi todas las tardes en aquel u otro lugar donde poder disfrutar de los colores, de las opiniones sobre la vida, de interpretaciones artísticas, de secretos y otras muchas cosas. Así, un día, el errante quiso compartir uno de sus viajes a ninguna parte con la maravillosa princesa, y el nuevo mundo que la princesa le mostraba, un mundo donde ambos podían encontrar la armonía ante una realidad de incesante cambio.

La princesa dubitativa finalmente acepto la invitación, y ambos salieron en busca de nuevos colores de los cuales poder disfrutar. En su viaje pasaron por lugares en apariencia inhóspitos, pero a su paso, montones de colores brotaban debajo de sus pies. Nuevos colores aparecían constantemente y la propia naturaleza parecía que se esforzara por hacerlos sentir como en casa.

Tras disfrutar de tan intensas emociones, ambos regresaron a sus lugares de origen. De pronto este maravilloso mundo, dejo paso a otro mundo, donde cada uno ocupaban papeles muy diferentes, así que pasaron un tiempo intentando comunicarse a través de las estrellas y la luna. Bellos mensajes surcaban el cielo bajo la atenta mirada de la luna, y en ocasiones conseguían reunirse y tratar de recordar aquellos intensos colores que tanto les habían emocionado.


Algún extraño lazo unió estas dos vidas, y quizá los colores conspiraran para ello. Sin embargo, el pequeño errante no podía vivir lejos de sus lejanos colores, y la princesa tampoco quería dejar su castillo blanco y negro. Así, que ambos hicieron un pacto para conservar tan bella y colorida conexión. El errante buscaría nuevos colores que pudieran estar en armonía con el blanco y negro del castillo de la princesa, y quizás algún día ambos pudieran disfrutar de los mas bellos colores en un nuevo y armonioso castillo multicolor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario